Al fin, las murallas de Konoha eran visibles para ella. Tras curarse y salir de la cueva, había pensado que el ANBU la estaría esperando para así cumplir con las palabras de “regresaremos a Konoha”. Pero cuan más equivocada podía estar. Absolutamente nadie la acompañó hasta Konoha.
Una vez entró, se dirigió con prisa y sin darse cuenta de su demacrado aspecto hacia la torre Hokage.
Cuando llamó a la puerta y escuchó “pasa”, todo su cuerpo se tensó y unas inmensas ganas de llorar se amontonaron en sus ojos.
Y no fue hasta que entró, vio a su Shishou, a Shizune con mala cara, y al ANBU que debía ser el que la ayudó, que un nudo en lo más profundo de su estómago se formó.
― Sakura.
Antes de que la Hokage pudiese decir algo más Sakura se inclinó lo más que pudo.
― ¡Lo siento Tsunade-sama!
La Hokage suspiró y cruzó sus manos frente a ella.
― ¿Qué fue lo que hizo que fracasaras?
Sabía que debía de decírselo, ya fuese por medio de un informe o por su propia boca, pero tenía que admitir su error.
― Yo―su voz tembló―después de conseguir la información y tener en mi poder el tesoro, me desvié del plan de salir del palacio para…
― ¿Para qué, Sakura?―la Quinta comenzaba a exasperarse con sus pausas y el nerviosismo de su voz.
― Yo…comencé a escuchar unos sonidos, como si fuera alguien pidiendo ayuda cerca de mí y me desvié para comprobarlo. Estuve un par de minutos buscando la procedencia de esos gritos que no cesaban y al abrir una puerta…los vi―la cara de Sakura se había tornado roja conforme iba avanzando en su informe. ―. Vi a dos guardias…em…haciendo eso dentro del armario.―dijo rápidamente.
El silencio reinó durante un par de minutos donde solo Shizune la miraba con pena.
― ¿Y qué pasó después?
― C-cómo era un armario, al abrir la puerta ellos me vieron y se apresuraron a dar la voz de alarma. Tuve que escapar del palacio lo más rápido que pude, pero me dispararon un dardo con veneno y varios kunais, además de diversos enfrentamientos. Estuve escapando de ellos por día y medio, tiempo por el que se supone que debía haber vuelto. Tsunade suspiró.
― Haruno Sakura.
― Sí, Tsunade-sama.
― Estarás en suspensión hasta nuevo aviso. Tienes prohibido salir de la aldea sin permiso y deberás reportarte lo más rápido posible cuando se te requiera. Lo único que te permito es que podrás seguir cumpliendo con tus turnos en el Hospital. Puedes irte.
No hubo respuesta por parte de Sakura, tan solo se limitó a inclinarse para después salir del despacho.
Iba con la cabeza gacha, pensando en todo y a la vez en nada. Incapaz de poder asimilar el tamaño del problema.
Se sentía impotente, frustrada, dolida, pero era incapaz de asimilar dicha situación. No sabía con certeza que significaba estar suspendida si, al fin y al cabo iba a seguir con sus turnos en el Hospital. ¿Entonces qué era eso que sentía en la boca del estómago?
― ¡Sakura-chan!
La alegre voz de Naruto la sacó del trance.
― Escuché que estabas en una misión, ¿acabas de volver? Lo miró. Lo miró profundamente a los ojos durante unos segundos. Se vio a sí misma reflejada en los orbes azules del rubio. Y comprendió entonces lo que sentía.
― Lo siento, Naruto. Estoy cansada.
Y con aquellas simples palabras continuó con su camino de vuelta a casa.
El rubio la miró desconcertado. Notaba que algo no estaba bien con la peli rosa, pero su hambriento estómago se encargó de hacerle olvidar lo que acababa de ocurrir.
Continuó con caminata hasta llegar a la puerta de su apartamento. Una vez dentro el silencio la recibió. Eso y un olor desagradable.
Dado que había dejado su casa limpia para cuando volviese, se dio cuenta que aquel olor procedía de ella misma.
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Un nuevo día comenzaba y con ello, Sakura volvía a su rutina. Habiendo revisado su horario el día anterior después de darse una ducha, tenía turno a las ocho de la mañana.
Decir que había dormido poco era exagerar, y las enfermeras, doctores y pacientes se encargaron de recordárselo durante todo el día.
Lo único que aliviaba a Sakura era sentirse cómoda y segura allí. Mucha gente odiaba los hospitales, ya sea por malos recuerdos, por duras pérdidas o algunos simplemente los aborrecían sin razón. Pero ella se sentía segura. Sentía que nada podía ir mal, que al fin y al cabo, la muerte era la solución. Tal vez la más radical y la más extrema, pero ni el mejor médico podía evitarla.
Lo único que podía irritarla era que se le acumulase el trabajo o que, como le ocurría hoy, su cerebro no diera abasto.
Un paciente quejándose, otro en paro cardíaco, otro que acaba de llegar de una misión de alto riesgo con una herida abriéndole todo el pecho. Y ella no era capaz de coordinar sus movimientos para ayudar a alguno de ellos.
Aparte de todo aquello, una voz en su mente no paraba de recordarle el fracaso de la misión y con ello repetirle una y otra vez que era una inútil.
Cuando Naruto la había saludado y ella lo había mirado, lo comprendió todo. Pudo darse cuenta de que aquella sensación que sentía, no era otra que decepción. Decepción consigo misma y decepción por verse a sí misma reflejada en los ojos de Naruto como aquella débil niña que fue. Aquella que era constantemente protegida y salvada por sus compañeros. Y no como aquella mujer que luchó junto a ellos contra la Diosa Kaguya, consiguiendo el reconocimiento de todos los shinobis del mundo.
Volvía a ser débil, o peor aún, nunca había dejado de serlo. Y con aquellos pensamientos había pasado la noche, torturándose una y otra vez.
― Sakura-san, la he estado llamando un buen rato, ¿se encuentra bien?
― Sí Kimura-san, ¿sucede algo?
― Un paciente ha solicitado que sea usted la que lo atienda. Está en la sala 1.
― ¿En la sala 1?
Kimura asintió alzando los hombros. Estaba tan sorprendido como ella.
La sala 1 era especial. En ella se trataban los casos más particulares, complicados o secretos que se daban. Ya fuese por alguna enfermedad o algún ninja con rango especial. Se dirigió al final del primer piso y abrió la puerta de la Sala 1 con cuidado.
― ¡Yo!
― ¿Kakashi-sensei? ¿Q-qué hace aquí? ¿Ha ocurrido algo? ¿Se encuentra bien? ¿Está herido?
― Tsunade te ha mandado llamar.―respondió tranquilo al torrente de preguntas que se le vino encima.
La respuesta la tomó por sorpresa.
― ¿Q-qué? ¿Entonces no ha pasado nada? ¿No está herido?
― No.―contestó con una sonrisa.
― ¿Entonces por qué está en esta sala?
― Era la forma más rápida y eficaz de encontrarte entre toda la gente.
Sakura suspiró de alivio.