"We could start on the bed, end up on the floor. Fuck in every room, girl, I'll give you a tour."

Episodio 1

Podía ser un completo imbécil al que le daba completamente igual los sentimientos de los demás. Podía incluso apuntarte con su arma por el más pequeño e insignificante motivo, pero aunque lo negase, Gavin Reed era una buena persona.

Fue en ese mismo momento, en el que la aguja le estaba atravesando la piel para cerrarle la reciente herida que se había ganado al golpearse contra el metal que sobresalía de una de las vigas del edificio, que se dio cuenta de no le había dado la oportunidad de conocerlo en profundidad.

Ahora que habían sido asignados juntos a un caso, había tenido el tiempo suficiente para conocerlo. Era imbécil y eso era un hecho que no podía ni negarse ni cambiarse. Pero eso le venía de ser cabezón y testarudo, además de orgulloso. Esa era la apariencia que mostraba de cara a los demás, pero la verdad era, que por dentro era tan solo era un joven inseguro que no quería volver a ser dañado de nuevo.

En su historial había muchas cosas. Muchas buenas y otras tantas malas, pero por encima de todas ellas estaban las veces que perdió a sus compañeros. Graduado en la academia de policía de Nueva York, ascendido a detective en Los ángeles y trasladado finalmente a Detroit. Su carrera policial era envidiada por muchos, pero casi nadie sabía que no había sido un camino de rosas.

Y la mayor prueba de ello eran sus cicatrices. Unas visibles y otras ocultas. Ocultas bajo la apariencia de tipo duro.

Dejó escapar un quejido cuando la enfermera tiró del hilo.

— Blandengue.

Escuchó decirle.

— Estúpido.

Le contestó ella.

De nuevo reinó el silencio. Volvió a mirarlo. El brazo derecho vendado y en cabestrillo. Su cazadora rota y con sangre. Su sangre. Los pantalones hechos también un desastre, como los suyos propios. Alzó la vista y le observó la cara. Una nueva cicatriz le adornaba parte del cuello.

¿Cómo tenía tanta suerte ese hombre para acabar con tantas cicatrices? Esa había sido por culpa de ella. Si tan solo hubiese sido un poco más rápida, ahora mismo él no estaría en ese estado.

Nunca creyó que él arriesgase su vida por salvarla a ella. Creía conocerlo, pero se había equivocado. Y se alegraba por ello.

Cuando la enfermera terminó de coserla y vendarla, se bajó de la camilla y pasó delante de él:

— No creas que te debo algo por esto. —comenzó—Gracias. —añadió en voz baja.

Tenía orgullo, sí. Pero tampoco era necesario actuar como si fuese una cría y no decir las cosas en su momento.

— Fue bonito verte gritar mi nombre mientras me abrazabas aterrorizada.

Se detuvo en su marcha.

Retiro cualquier pensamiento de él siendo buena persona.

Bajó la cabeza mientras respiraba para continuar de forma adulta y profesional. Se dio la vuelta y con una sonrisa forzada al igual que su voz, dijo:

— De nada.