Se quedó con la boca abierta sin decir ni una sola palabra. En su cabeza aparecían un montón de frases y palabras sueltas, pero su cerebro no era capaz de coordinar el tremendo desastre que acaba de azorarle la mente.
De pronto, se hizo la luz y pudo ver más que su silueta en la puerta. Si todavía conservaba un poco de esperanza, ahora, definitivamente, la había perdido.
Lo vio sonreír con autosuficiencia y acercarse a recoger lo que eran sus calzoncillos. Se vistió bajo su atenta mirada.
— ¿Vas a mirarme todo el rato, cachorrita?
Aria giró la cabeza, comenzando a respirar fuerte debido a los nervios. De repente sintió como el colchón se hundía a su derecha y se volteó de nuevo, encontrándose su cara a pocos centímetros de la suya.
— ¿Quizás es que quieres una segunda ronda antes de ir al trabajo? Prometo ser rápido. —sonrió de lado y le dio un beso rápido en los labios. Luego se alejó sabiendo que ella no iba a responder y continuó vistiéndose.
Que el mundo se abra a mis pies. Ahora.
Se llevó las manos a la cara en un intento de serenarse y pensar como la persona adulta que era.
Me he acostado con Gavin. Gavin Reed. Mi compañero de trabajo. Compañero al cual odio. Odio mucho.
Su línea de pensamiento no la estaba ayudando demasiado en aquella situación, así que optó por lo más sencillo de todo; ignorarlo.
Se levantó de la cama y comenzó a vestirse con rapidez, no tenía tiempo que perder, tenía que salir de allí lo más rápido posible.
Aria, evita empezar una discusión con él y todo irá bien. Mañana te reirás y te olvidarás de todo.
Cuando se hubo vestido y cogido todo lo que le pertenecía, fue su momento de huir. Asomó la cabeza, con cautela, por fuera de la puerta de la habitación y avistó la entrada principal al final del pasillo. Solo tenía que llegar hasta ella y salir. La misión más simple de su vida.
Pero por estadística, siempre ocurren sucesos inesperados que le dan un vuelco a la situación. Como ahora. Que su brazo izquierdo fue presa de la mano de Gavin antes de que pudiese alcanzar su objetivo de largarse de allí.
Así que ahí estaba. Desesperándose lentamente por saber quién era él. Sin embargo, la octava pregunta apareció grande y en letras rojas, cual androide, en su mente; ¿habrían usado protección? Y la novena; sino la habían usado, ¿se habría corrido fuera?
Se tensó con aquellas preguntas y evaluó su cuerpo.
No sentía humedad o su mente, ahora desesperada, no la estaba dejando sentirla. Pero creía que no.
Un momento… ¿y si…?
Décima pregunta: ¿y si en realidad se estaba montando una película en su cabeza y no se habían acostado fuese quien fuese él?
Pero no. No era Connor. Ni tampoco Carlos. Y tampoco le parecía que Mike fuese de los que blasfemase nada más despertarse.
— Joder.
Su corazón comenzó a acelerarse violentamente ante aquella voz. Sabía que en algún momento él se despertaría, pero por algún motivo, su mente no había llegado a la conclusión que fuese pronto.
Los gruñidos por parte del contrario le estaban haciendo pensar que se había pasado con el alcohol, pero ella estaba más o menos bien, no tenía signos de resaca. No mientras siguiese tumbada, quizás su estómago no opinase lo mismo al levantarse, al igual que su cabeza.
La mano que anteriormente se encontraba en su cintura, se había tensado y quedado quieta cuando parecía que su sentido del tacto le había hecho llegar la orden a su cerebro de que lo que estaba tocando era piel, la piel de otra persona.
Ahora mismo él, estaba teniendo la misma reacción que ella; confusión.
Pero lo que marcó la diferencia entre los dos, fue que él estampó la mano contra la pared, encendiendo la luz.
00:08:55
Si pudiese describir la cara de ambos en ese preciso instante sería la de asombro. Luego la de ella cambiaría a desesperación. Luego a miedo y por último a esa típica cara que pones cuando sabes que has metido la pata hasta el mismísimo fondo del infierno, esa, la de que querer morir súbitamente. Esa.
La cuarta pregunta: ¿quién es él?, acababa de ser respondida.
00:09:09
Sorprendentemente, ninguno dijo nada. Ni un solo sonido. Ni un solo pestañeo.
00:09:18
No fue hasta que él apartó la mirada de sus ojos para examinar el resto de la habitación, encontrándose con sus ropas tiradas por cualquier parte, así como los móviles también por el suelo.
00:09:28
La segunda cosa de la que se dio cuenta ella después de que él apartase la vista, fue que no se encontraba en su casa. La respuesta a la segunda pregunta había sido ampliada. Y la respuesta a la séptima de: ¿cómo debía actuar cuando él despertase? la estaba viviendo. Así mismo, a la tercera pregunta: ¿qué había pasado? parecía que ninguno tenía la respuesta, de momento.
00:09:43
Aún casi diez minutos después de haberse despertado, y apenas un minuto de saber quién era él, todavía no podía creérselo.
Gavin. Era. Gavin. Era el más jodido imbécil del todo maldito mundo. Gavin.
Gavin. Gavin. Gavin. Gavin. Gavin. Gavin. Gavin.
No podía dejar de repetir su nombre en su cabeza. Gavin.
La perplejidad de su rostro lo hijo esbozar una sonrisa de medio lado.
Ella iba a decir algo ante el gesto, pero él fue más rápido.
— Buenos días, gatita.
Aquella palabra le provocó un escalofrío.
— ¿Q-qué…?
Rio.
— ¿No puedo darle los buenos días a mi chica?—hizo énfasis en el posesivo mientras sonreía de nuevo.
Ella se quedó en silencio, asimilando el significado de aquellas palabras.
No. No. No. No. No…. ¡No!
— Espera—dijo él cambiando su tono y expresión a sorpresa—, será… ¿qué no te acuerdas de lo que pasó?
No. Su mente todavía no había desbloqueado esa parte de la noche.
Él comenzó a reírse.
— Tal vez esto te haga recordar—y alzó su cabeza, mostrando el rojo chupón de su cuello. —. Lo hiciste tú, gatita.
Ella abrió la boca con sorpresa. Lo recordaba.
TODO EN CURSIVA
— No puedes negarte, Aria. Estás obligada a hacerlo.
Aria bufó. Se había negado antes a que Gavin le lamiese el muslo, así que, según las reglas, en su turno estaba obligada a hacer lo que saliese a quién le tocase. Y había tirado los dados, con el resultado de: Chupar-cuello. No era una mala combinación, siempre y cuando le tocase Mike, Sheila, Kelly o Sam. Tenía muchas probabilidades de que le tocase uno de ellos, pero no. El bendito karma tenía que hacer de las suyas.
— ¡Gavin!—gritó Mike.
Y ella solo pudo echar la cabeza hacia atrás en señal de desaprobación. ¿Por qué él? ¿Por qué le tenía que haber tocado él? Justamente hoy. Día en el que se habían peleado en el trabajo. Día en el que él había decidido ser todavía más imbécil y pegarle a Connor un puñetazo en el estómago porque no quiso servirle un maldito café.
Lo vio abrir las piernas que anteriormente tenía cruzadas. La única prenda que él mantenía eran sus pantalones, al igual que ella y su sujetador. También lo vio sonreír. Una completa sonrisa de superioridad. Ella se había negado a él, pero ahora era ella la que tenía que hacerlo. Había la posibilidad de que él se negase, pero era obvio que no.
Se acercó a él lentamente a gatas, queriendo retrasar eso a toda costa, pero entre los gritos y silbidos de sus amigos, terminó acercándose a él. No quería tocarle más de lo necesario, pero el alcohol en vena que llevaba ya no le permitía mantenerse estable.
Se agarró a su hombro izquierdo y se miraron a los ojos por unos instantes, luego le giró la cabeza y comenzó con su labor. Se lo hizo en la parte más alta del cuello. Quería que cuando estuviese en el DPD todo el mundo se lo viese y así fastidiarlo un poco, pero cuan equivocada podía estar. Seguro que él disfrutaría que todo el mundo se lo viera.
Lo sintió mantener el aire en el momento en que posó sus labios en su cuello, así como un pequeño gruñido cuando lo mordió.
Lo hizo rápido, y cuando se alejó hizo fuerza de nuevo en su hombro para incorporarse y pudo ver como un pequeño hilo de su propia saliva formaba una unión entre los dos. Le resultó erótico sí, y le había gustado en el fondo, pero achacaba esos pensamientos a su embriaguez.
00:10:44
— Supongo que ya lo recuerdas. Y recordarás también—dijo comenzando a acercarse a ella a gatas por la cama—, que tú misma me lo pediste. Me lo rogaste, gatita.