Llevaba tiempo planeándolo todo. Cada paso, cada movimiento me lo sabía de memoria. Nada podía salir mal. Nada.
Sentía mi corazón comenzar a latir con fuerza, y como la sangre corría rápido por mis venas. Estaba nervioso, demasiado, pero no había marcha atrás. Aquella decisión había sido tomada hacía mucho tiempo atrás y nada podría hacerme cambiar de opinión, mucho menos unos estúpidos nervios que no tenían sentido a estas alturas.
— Umbreon—llamé a mi oscuro compañero—, es hora de enterrar todos los recuerdos.
El Pokémon me miró sereno y asintió.
— Espeon, vigila la zona. Si alguien se acerca comunícaselo a Umbreon de inmediato.
Esta vez fue mi otra compañera rosada la que asintió con convicción desde el sidecar de mi moto. Era hora de poner en marcha el plan.
Caminé tranquilo por el basto suelo, acercándome poco a poco al escondido edificio. Sabía que en cuanto entrase, harían todo lo posible por no dejarme salir de allí, al menos, con vida.
Habían pasado unos cuatro días desde que desaparecí, y todos sabían el motivo. Ahora, era el momento de poner las cosas en su sitio.
— ¡Golka!—grité cuando estuve cerca de las puertas— ¡He venido a reclamar lo que me pertenece!
Al cabo de unos minutos, las puertas del balcón del primer piso se abrieron.
Sonreí al ver como aparecía ante mí, el Jefe del Equipo Cepo.
— ¿Qué vienes a hacer qué, has dicho?
— Vengo a quitarte lo que no te pertenece.
El hombre de largas cejas y bigote comenzó a carcajearse.
— Nada de lo que hay aquí es tuyo, niñato—dijo mientras mantenía una sonrisa cínica—. Tu deuda todavía no está saldada.
— ¡Esa deuda nunca existió!—grité con furia. No había nada que me enfadase más que escucharlo decir que seguía teniendo una deuda con él. ¡No después de todo lo que había hecho!
Sonrió con malicia y comenzó a chasquear la lengua mientras negaba con la cabeza.
— No lo maté para terminar con una simple deuda—comenzó tranquilo a hablar—. Lo maté para que vieses que meterte conmigo y con lo que es mío, tenía sus consecuencias, pero tú…—cerró los ojos— ¡TÚ TUVISTE LA BRILLANTE IDEA DE HACER ESTO!—y se llevó las manos a su chaleco rojo a la vez que se lo quitaba y dejaba ver, a pesar de la altura, las dos grandes cicatrices que atravesaban verticalmente su pecho— ¡SI ESE DÍA NO MORISTE COMO EL DESGRACIADO DE TU PADRE, FUE PORQUE TE HARÍA PAGAR HASTA LA ÚLTIMA GOTA DE SANGRE QUE DERRAMÉ POR TÚ CULPA, NIÑATO!
— ¡No es mi culpa que fueses tan estúpido como para dejarte atrapar por un embravecido niño de diez años! ¡Eras y serás siempre un jodido gilipollas!
Pude ver como apretaba los dientes ante mis palabras. Si había algo que le molestase muchísimo, era exactamente lo que había ocurrido aquel día en el que, un simple niño de diez años que acababa de ver morir a su padre, se levantaba cual demonio, cegado por la rabia, y arremetía contra él. Viéndose incapaz de escapar cuando el crío se abalanzó hacia él con el mismo cuchillo con el que había matado a su padre, y comenzaba a apuñalarlo sin piedad.
— ¡Vamos, a por él! ¡No permitáis que se acerque al Poké-Cepo! ¡Rápido!-le gritó a sus secuaces, dando por finalizado aquel enfrentamiento verbal. De la misma forma que había terminado con la discusión de hacía cuatro días, huyó de la conversación como un cobarde al que se le habían terminado las excusas.
“Bien, es el momento de poner en marcha el plan”.