— Sakura.
La Hokage suspiró. No podía ignorar la depresión de su alumna. Creía que había avanzado en su tratamiento, que las recaídas se producían con menos frecuencia, pero por lo que había observado se equivocaba.
— Sakura, las cosas no pueden continuar así.
Y la experimentada mujer se arrepentía de sus palabras. Sabía que presionarla no haría más que empeorar la situación, pero estaba lo suficiente desesperada como para encararse a ella y que de una vez mostrase sus verdaderos sentimientos.
¿Dónde quedó aquella Sakura que no dejaba de mostrarle al mundo su eterno amor por el último ejemplar de Uchiha?
— Lo siento, Tsunade-sama.
La Quinta volvió a suspirar.
— Estoy replanteándome muy seriamente en mandarte a una misión de rango B, casi A.
— Tsunade-sama yo no crea ser capaz de…
— ¡Me da igual que si en vez de llevarte 3 meses te lleva 3 años! ¡Voy a hacer, u obligarte, a salir de esa depresión en la que has metido! ¡Y no me importa prescindir de tus servicios si con eso puedo recuperar a mi antigua alumna!—tras haberse alterado de esa manera a esas horas de la mañana, Tsunade necesitaba sacar su “reserva de sake en casos de emergencia” tan pronto como Shizune y Sakura se perdiesen de su vista— ¡¿Queda claro?!
— Sí…Tsunade-sama.
Y tras la desanimada respuesta, Sakura salió de la sala con Shizune, sabiendo ésta lo que significaba todo aquello.
Las solitarias calles de aquel casi despoblado barrio de la Aldea, no hacían más que ayudar a los ánimos ‒más que perdidos‒ de Sakura. A pesar de haberse levantado hacía hora y media, sentía una pesadez en su cuerpo tal cuál hubiese estado entrenando con Kakashi.
«Kakashi-sensei…»
El peli plateado pasó por su mente aumentando más si cabe su pesadez. Sakura acababa de acordarse de que tenía entrenamiento con él, pero sus ánimos no eran suficientes para enfrentarlo. Y el tema de Kakashi era algo que también la tenía desesperada.
Habían pasado tantas cosas en pocos años que a Sakura, como ya se estaba haciendo habitual, deliraba con que cosas eran ciertas o no.
Algo tan simple como recordar pequeños sucesos, pequeñas cosas, se le estaba volviendo bastante difícil para ella. Cada vez con más frecuencia le costaba discernir cual era el sueño y cuál era la realidad. Ese podría ser uno de los principales problemas de su depresión. Huir de la realidad. Imaginarse un mundo donde los únicos que cambian son los demás.
Lentamente se fue desviando de su camino a casa para dirigirse al campo de entrenamiento. Por lo visto ya estaba llegando una hora tarde.
Una vez allí no vio a Kakashi por ninguna parte, algo que la sorprendió.
« ¿Habrá llegado antes que yo y se habrá ido?» Suspiró.
Sakura se sentó bajo la sombra de un árbol. Tras unos minutos en silencio un par de lágrimas salían de sus ojos. Ese campo de entrenamiento donde pasó tanto tiempo, incluso puede que más que en su propia casa, le transmitía tanta tranquilidad y seguridad como su cama. Por eso las lágrimas fluían fácilmente. Sus pensamientos se amontonaban en su mente y los problemas sin solución parecían más imposibles que nunca.
Y mientras lloraba sin emitir ni un solo sonido, como ya acostumbraba hacer para que nadie la escuchase, un reflejo procedente del bosque en frente suyo aparecía. Y fue entonces cuando se dio cuenta de que aquella luz procedía de un metal que reflejaba al sol. Un metal que se acercaba a ella con rapidez.
Su objetivo era muy claro, pero entonces Sakura se vio inmersa en una batalla mental.
«Estoy cansada, muy cansada de todo y de todos. Quiero…quiero dejar de sufrir, quiero dejar a un lado el dolor, quiero…»
Y en respuesta a sus pensamientos, cerró los ojos. Se esperó de todo, desde que el kunai le atravesase la cabeza o el pecho o cualquier órgano, pero jamás que se clavase en el tronco a su lado. Fue entonces consciente de que había cometido dos errores.
A pesar de sentir un pequeño hilo de sangre en el brazo izquierdo, se quedó inmóvil observando unos pies acercarse.
Ni siquiera levantó la mirada, ni siquiera se quejó, solo cogió el kunai cuando se levantó y lo clavó a los pies de él. Comenzaba a alejarse de allí hasta que lo escuchó fuerte y claro.
— La próxima vez no fallaré.
Ese había sido su primer error.
Y se alejó de allí a paso tranquilo pero con prisa. No quería estar cerca de él, es más, no quería que nadie estuviese cerca de ella.
Sus pasos, una vez se hubo alejado lo suficiente, se volvieron apurados. Su respiración comenzó a ser más fuerte y su corazón la castigaba latiéndole fuertemente en su cabeza y culpándola de lo que acababa de suceder.
Sabía que lo había estropeado todo. Sabía que era estúpida, pero no hasta el punto de descubrirse de esa manera, de no haber predicho que Kakashi estaría allí por muy vago que fuese.
Fue entonces que su latente cabeza dio con algo.
«Kakashi-sensei… ¡Tsunade-sama!»
Su segundo error.
Comenzó a correr en dirección contraria a la que se dirigía desde el principio. Y comenzó a temer. A temer de su mentora, de sus padres y de ella misma. Le había mostrado a Kakashi el lado más oscuro de sus pensamientos.
Con rapidez alcanzó la Torre Hokage y se dirigió a la oficina de su mentora.